En algunos barrios venden arroz por tasa, mientras crece el hambre y la angustia

DESTACADOS 26 de marzo de 2020 Por DE N/REDACCION
Cada pocillo cuesta 30 pesos, y algunas familias disponen de cien pesos diarios para armar la ración alimenticia de todo el día. Buscan leña para reemplazar al gas, y así usar ese dinero en mercaderías. También hay quejas por la falta de medicamentos en las salas barriales. Muchos recriminan el abandono y cargan contra la clase política local.
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María se las arregla con cien pesos para dar de comer a su familia.

La cuarentena sacó a pasear la brutal hambruna que viven miles de familias formoseñas, generada por la recesión laboral que impone el coronavirus, el olvido oficial y, una cultura dependiente que, en casos como este, adquiere ribetes indignantes.
 “Desde que nos obligaron a quedarnos en la casa, todo se volvió una tortura; con cien pesos, que ahora tengo, me arreglé hoy para que comamos todos”, contó María, una joven mujer, frente a su precaria casa, una de las tantas en esas condiciones ubicada en el asentamiento Lisbel Rivira.
El acceso a esta zona de la ciudad está cercado por un grupo de jóvenes efectivos de la Policía provincial, que, como en la gran mayoría de los casos, reaccionan con respeto y amabilidad al exigir la planilla que autoriza la circulación del periodista.
“Acá a la vuelta compró 30 pesos de arroz, 35 de carcaza de pollo y el resto pan; con eso armo un guiso”, detalló, sin reparar en un dato de fondo que sintetiza el drama del cuadro: para retirar el arroz debió llevar una tasa. Del mismo modo, puede comprar azúcar, yerba, polenta, fideos y harina.
“La asignación alcanza para los primeros días; después mi marido tiene que salir a hacer changas, pero ahora no se puede, no nos dejan”, apuntó María, con frustración pero también con un notorio sentido de orgullo, como no asumiendo culpas ante este escenario.
Y remató con el gas: “Con lo que tenemos ahora nos alcanza para comprar una garrafa, pero me voy a quedar sin la comida; ayer tratamos de traer leña del montecito que esta acá a la vuelta, dos veces fuimos, pero la Policía no nos dejó”, reprochó, ante la atenta Lo de esta formoseña de 34 años de edad es un caso testigo, que se replica en la gran mayoría de los humildes hogares de esta urbanización, y en el nucleamiento Lote 11, muy cercano, donde este medio también consiguió testimonios tan lapidarios como tristes, sobre todo, por la enorme cantidad de chicos, sólo preocupados por la comida del día.
Carmen describió su día a día, casi repitiendo los conceptos de María, pero clavó una definición tan lacerante, que sintetiza la brutalidad del cuadro: “No nos importa el coronavirus, sólo la comida ¿Cómo contenes a tu nene si ni siquiera podes darle cocido?”, embistió.
“Hace mucho tiempo acá no viene nadie; la última vez fue en la semana previa a las elecciones, después nunca más”, recriminó, apuntando al Gobierno provincial, al partido gobernante y a sus punteros, aunque sin identificarlos.
“Ayer fui a la salita del barrio Liborsi, y no me dieron la inyección; la enfermera se apuró en despedirme y me decía que no tienen nada de remedios; todos los meses tengo que ponerme esa vacuna”, dijo, entre preocupada y vacilante, aunque también con indignación, porque la respuesta a la que aparentemente está habituada, no le llegó en esta ocasión.
El Centro Integrador de Acción Comunitaria “Eva Perón” del barrio luce esplendido, aunque cerrado, y custodiado por un policía que saludó al periodista que se acercó en busca de algún tipo de actividad.
Los vecinos se quejan del cierre masivo de los comedores comunitarios, y aunque comprenden la seguridad que se busca con el encierro en los hogares, insisten con que es posible conservar los objetivos del protocolo manteniendo operativos esos lugares de asistencia gastronómica.
Entretanto, ningún vecino se acordó del programa Nutrir, el complemento nutricional del Gobierno provincial, dirigido a la población más vulnerable, compuesta con trece productos de los cuales 50% son de origen formoseño.
Un experimentado puntero del peronismo se mostró muy preocupado por la situación en general, y, sin reprochar a las autoridades, apreció que se trata de un escenario muy complicado, donde “se cortó la cadena de pagos, y donde los más afectados son los changarines; esto sólo se va a resolver cuando pase la cuarentena y se rearme la estructura social”.

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