UN GROSERO ERROR DE PULSO POLITICO DEL MINISTRO

LOCALES 30 de septiembre de 2020 Por DE N/REDACCIÓN
La feroz interna que vive la segunda línea del gabinete de Gildo Insfran, desbordó toda previsión y discreción posible, cuando este martes, el ministro de Gobierno Jorge González, aprovechó el escenario de la conferencia diaria por la pandemia y, entre risitas sarcásticas y cómplices, presentó al director del Hospital Central, Mario Romero Bruno, como “nuestro ministro”, en clara alusión al Ministerio de Desarrollo Humano.

González debe ser el funcionario más impopular y rechazado de los que tiene el gobernador: su ampulosa anatomía, sus gestos llenos de ironías y carente de gracias, encuentran el nido adecuado en su lenguaje cargado de arrogancia y prepotencia. Desde que se mostró tomando el control de las reuniones de prensa diarias, no hizo más que agigantar esas formas, erosionando la imagen propia de su conductor, y enardeciendo a decenas de sectores formoseños que prefieren la humildad y el respeto en el manejo de la cosa pública.
Su extrema necesidad de manejar cada ambiente donde debe desenvolverse, pone en evidencia sus limitaciones para interactuar, y apela frecuentemente al ideario del verticalismo, sin tener en cuenta parece, que la gran mayoría no tiene el mismo jefe, ni está dispuesto a aceptar lo que venga con tal de permanecer en el cargo. Esa diferencia se llama dignidad.
Esa característica quedó confirmada cuando ordenó que el periodismo para formular sus preguntas deba pararse frente a un micrófono, dispuesto a pocos metros de la gran mesa donde se desparraman los funcionarios que deben responder. Y, desde ahí, González dispara sus sarcasmos, escondidos en la absurda idea de superioridad intelectual y social, sólo porque cree tener la información necesaria de cada uno de los presentes.
Muy poco apegado a los cambios, Insfran no apaña tanto circo, prefiere la discreción, y conductas más conservadoras, aunque entiende que el escenario político obliga, muchas veces, al cruce verbal de los contendientes.
Desde que José Luis Decima abandonó el Ministerio de Desarrollo Humano, y el gobernador lo reemplazara en el rol, a fines de abril de este año, la avidez de muchos funcionarios por poner al sucesor no paró de crecer, pero nadie cruzó el límite controlado por el Uno. González si lo hizo este martes, y aunque apeló a sus formas amañadas, esas que intentan encontrar cobijo entre la broma y la formalidad, la calidad del escenario no permitía una conducta tan jugada, y llena de intenciones políticas. Ocurrió justo cuando presentó como “nuestro ministro”, a Mario Romero Bruno, disculpándose a renglón con un “todavía no”, mientras el epidemiólogo abandonaba su enorme formalidad, dando lugar a una mueca de aceptación.
La risita entre ambos epilogó la brusca actuación del titular del ala política, formalizó sus pretensiones, y presentó las credenciales que deben convalidar quienes creen tener la madurez y la convicción para participar de la salvaje interna.
A Insfran no le gusta que le marquen la cancha, suele ser directo y muy antipático cuando alguien pretende asesorarlo. 
Se trata de un campo aún muy caliente por las decisiones de Decima, donde los costos políticos corrieron por exclusiva cuenta del gobernador que lo vino apañando a lo largo de casi una década, en medio de enormes críticas. 
Lo concreto es que el próximo ministro podrá surgir del riñón de algunos de sus ministros, o tratarse de un completo tapado, pero nadie puede dudar que está en Insfran la exclusiva decisión. Y para ello, el viejo caudillo jamás pide referencias.
González incurrió en un grosero error de pulso político, y se metió en la oficina del jefe, contrariando una conducta reconocida, y con difícil salida.

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