La captura de lo invisible: de la mística de Sergio Larrain a los misterios del cielo alpino

El mundo de la fotografía vive momentos de revelación que trascienden las épocas y las tecnologías, uniendo la visión humanista del pasado con los hallazgos científicos del presente. Actualmente, el Centro Internacional de Fotografía (ICP) presenta la muestra Sergio Larrain: Wanderings, una exhibición que podrá visitarse hasta el 12 de enero de 2026 y que se conforma íntegramente por copias del archivo de Magnum Photos. Esta cooperativa, de la cual el chileno fue miembro durante más de cincuenta años, resguarda el legado de quien supo retratar como pocos el alma latinoamericana.

Curada por Agnès Sire, ex directora de la Fundación Henri Cartier-Bresson en París, la exposición pone el foco en los primeros veinte años de carrera de Larrain. El recorrido visual nos lleva por ciudades como Valparaíso, Santiago, París y Londres, ofreciendo una nueva perspectiva sobre una fotografía inventiva y profundamente humana que, curiosamente, permaneció poco vista durante décadas. Como bien señala David Campany, director creativo del ICP, arrojar luz sobre fotógrafos grandiosos pero pasados por alto es parte fundamental de la misión de la institución, por lo que acercar estas imágenes excepcionales a nuevas audiencias genera un entusiasmo tremendo.

El estado de gracia y los chicos de la calle

La filosofía de Larrain distaba mucho de ser meramente técnica; era casi espiritual. Según Agnès Sire, los términos que el fotógrafo utilizaba para describir el “estado de gracia” necesario para recibir una buena imagen eran místicos, como si las fotos ya existieran en el cosmos y él solo actuara como médium. Su ojo magnético tallaba fragmentos de la realidad sin temor a lo que quedaba fuera del encuadre, ni a las diagonales audaces o la luz directa. Sus imágenes no son cerradas; las figuras a menudo parecen salirse de los bordes, tan esquivas a la reclusión como lo fue su propio autor.

Estructurada cronológicamente, Wanderings se apoya en los propios escritos de Larrain para guiar al espectador a través del drama material y espiritual de la vida rural y urbana. Ya en 1957, sus fotos de la comunidad pesquera en la isla de Chiloé prefiguraban lo que vendría: una atención especial a la difícil situación de los chicos y la tensión psicológica en escenas cotidianas. Ese mismo año, los niños de Santiago fueron los protagonistas de su primer gran cuerpo de trabajo. Lejos de la sensiblería, Larrain mostró las condiciones de pobreza con crudeza, buscando echar luz sobre esa realidad sin valorizar innecesariamente la experiencia de la carencia.

De Europa al puerto de Valparaíso

Tras un período en París y diversos viajes por Europa reportando para Magnum —agencia de la que se convirtió en miembro pleno en 1961—, su lente capturó composiciones casi surrealistas en ciudades que cambiaban a ritmo vertiginoso. Sin embargo, fue al regresar a su Chile natal cuando completó su obra fundamental: Valparaíso. Allí retrató la textura y la atmósfera de un espacio urbano atravesado por la lucha, con una mirada caleidoscópica que abarca desde la vida nocturna hasta la arquitectura, funcionando como una declaración perdurable sobre el choque entre historia y modernidad.

Larrain escribió alguna vez que la fotografía perfecta es una suerte de milagro que aparece en un estallido de luz, donde sujeto, formas y atmósfera se alinean. “Uno aprieta el botón casi por casualidad y el milagro ocurre”, decía. Y es precisamente ese concepto de “milagro luminoso” el que nos conecta de manera inesperada con un evento reciente, donde la suerte y la pericia técnica lograron congelar lo que el ojo humano apenas llega a percibir.

Fenómenos inusuales sobre los Alpes

Mientras celebramos la mirada histórica de Larrain, la fotografía contemporánea nos regala hitos de otra naturaleza. El mes pasado, el fotógrafo Valter Binotto logró capturar dos fenómenos rarísimos en el cielo en una sola toma, una imagen que bien podría servir a la comunidad científica para desentrañar misterios atmosféricos que aún persisten. Si bien el cielo suele sorprendernos con lluvias de meteoritos o cometas, lo que Binotto consiguió la noche del 26 de noviembre de 2025 es de una categoría aparte: fotografió simultáneamente un “elfo” y un espectro rojo (o red sprite).

La imagen, tomada sobre los Alpes, es única por la coincidencia temporal de estos eventos luminosos transitorios. Estamos hablando de fenómenos que duran apenas milisegundos, lo que los hace casi imposibles de registrar. En la foto se distingue claramente el “elfo”, un anillo rojo que puede alcanzar hasta 480 kilómetros de diámetro y que se forma cuando un rayo envía un pulso electromagnético hacia la ionosfera.

La ciencia detrás del instante

Por su parte, los espectros rojos, que adoptan una forma similar a la de una medusa sobre las tormentas, se forman entre 80 y 145 kilómetros sobre la superficie. La comunidad científica sigue intrigada por estos eventos, ya que su mecanismo de formación no se conoce con exactitud. Binotto, consciente de la magnitud de su logro, declaró a Space.com que se trata de una de las fotos más sorprendentes que ha sacado en su vida, destacando que si los elfos ya son raros de por sí, la doble aparición es un suceso extraordinario del cual probablemente no existan registros similares.

Así, ya sea a través de la lente humanista de un maestro chileno que buscaba la verdad en las calles de Sudamérica, o mediante la precisión técnica de un fotógrafo capaz de detener fenómenos atmosféricos fugaces, la fotografía nos recuerda su poder inigualable: hacer visible lo efímero y transformar un instante de luz en un documento eterno.