Crónicas del sabor: un recorrido por dos íconos de la repostería regional

La identidad gastronómica de un lugar se define a menudo por sus postres más emblemáticos, esas preparaciones que trascienden generaciones y se convierten en sinónimo de festejo. En este recorrido culinario, exploramos dos clásicos que, aunque nacieron en hemisferios opuestos, comparten la pasión por el bizcochuelo, las cremas untuosas y una historia fascinante: el tradicional postre Chajá del Río de la Plata y la curiosa Bumpy Cake del Medio Oeste norteamericano.

El orgullo del litoral: el Chajá

En nuestra región, hablar de postres con historia es invocar al Chajá. Su nombre, de origen guaraní, rinde homenaje a un ave autóctona de Argentina y Uruguay, conocida por su gran plumaje y cuerpo liviano. La analogía es perfecta: se trata de un postre blanco y visualmente esponjoso, adornado con copos de merengue que emulan las plumas del animal.

La base de esta delicia es un bizcochuelo de vainilla clásico, pero el secreto de su éxito radica en la combinación de texturas. Para lograr un Chajá auténtico, la preparación demanda paciencia y buenos ingredientes: crema chantilly, dulce de leche, merengues secos y duraznos en almíbar. Si bien el armado puede resolverse en media hora utilizando un bizcochuelo comprado, la recomendación para los más dedicados es hornearlo de forma casera el día anterior y batir la crema unas horas antes de ensamblar.

El arte del armado y el reposo

La arquitectura del Chajá es simple pero contundente. El proceso comienza cortando el bizcochuelo en tres capas idénticas que deben ser generosamente humedecidas con almíbar. La primera capa se unta con dulce de leche y se cubre con merengues rotos, reservando algunos enteros para la decoración final. La segunda capa recibe un tratamiento más fresco: crema chantilly, más merengues y abundantes cubos de durazno.

Al colocar la última tapa, la torta se reviste completamente con crema chantilly. La estética final se logra adhiriendo merengues triturados y decorando con gajos de durazno. Sin embargo, el paso crucial no es el armado, sino la espera: la torta debe reposar en la heladera. Aunque una hora puede bastar para enfriarla, los expertos sugieren al menos cuatro horas de frío para que los sabores se amalgamen y el relleno se asiente correctamente, logrando un perfil de sabor mucho más intenso.

Un clásico de Michigan: la Bumpy Cake

Viajando hacia el norte, específicamente a Detroit, encontramos un fenómeno similar en cuanto a devoción local: la Bumpy Cake. Este postre, nacido en 1913 de la mano de la Sanders Confectionery, fue bautizado originalmente como “Devil’s Food Buttercream Cake”. Con el tiempo, los fanáticos comenzaron a llamarla “la torta con bultos” (bumps) debido a sus características crestas de crema de manteca cubiertas de ganache, y el apodo se volvió oficial.

Visualmente, recuerda a un “Ho Ho” gigante, pero su sabor es infinitamente superior, mezclando la intensidad de un bizcochuelo de chocolate húmedo con la suavidad de la crema y una cobertura de chocolate tipo fudge brillante. Aunque la confitería Sanders original cerró, la empresa Morley Candy Company adquirió los derechos en 2002, manteniendo viva la tradición en las heladerías de la zona de Detroit y la Isla Mackinac.

Técnica para una Bumpy Cake casera

Afortunadamente, no hace falta viajar a Michigan para probarla. La versión casera, popularizada por la comunidad, simplifica el proceso utilizando una premezcla de torta “Devil’s Food”, aunque los puristas pueden optar por hacer el bizcochuelo de chocolate desde cero. La clave está en hornear la base en una placa rectangular y dejarla enfriar por completo.

El distintivo de esta torta son sus “lomas”. Para lograrlas, se bate una crema compuesta por manteca, azúcar, vainilla, sal y, el ingrediente secreto para una textura ultra cremosa, leche evaporada. Esta mezcla se coloca en una manga y se trazan líneas rectas y gruesas sobre el bizcochuelo frío. Un consejo fundamental para que las líneas no se deformen es llevar la torta a la heladera (o congelador brevemente) hasta que la crema de manteca endurezca, aproximadamente entre 30 y 60 minutos.

Versatilidad para la mesa festiva

El toque final lo da la cobertura. Se calienta el glaseado de chocolate oscuro hasta que sea vertible y se baña la torta, cubriendo las lomadas de crema y esparciendo suavemente. Luego, vuelve a la heladera por una hora hasta que solidifique.

Si bien la combinación original es chocolate y vainilla, la versatilidad de este formato permite infinitas variantes. La tienda Sanders ofrece versiones de bizcochuelo de vainilla o de zanahoria con glaseado de queso crema. Para quienes busquen innovar en las fiestas, una excelente opción sería un bizcochuelo de especias con lomas de crema y una cobertura de caramelo, fusionando así la técnica norteamericana con sabores que nos resultan familiares y reconfortantes.